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La civilización mesoamericana, que prosperó en lo que hoy es México y América Central desde alrededor del 1200 a. C. hasta la conquista española en el siglo XVI, tenía uno de los sistemas de escritura más sofisticados del mundo antiguo. A diferencia de los sistemas de escritura alfabéticos de Europa y Asia, la escritura mesoamericana se basaba en una combinación de elementos pictóricos y simbólicos y era muy flexible, capaz de expresar no solo sonidos fonéticos sino también ideas y conceptos complejos. Uno de los aspectos más intrigantes de la escritura mesoamericana es su uso en cálculos calendáricos y astronómicos. Los mayas, por ejemplo, basaron su sistema calendárico en una combinación de fechas largas y ciclos complejos de días, meses y años. Usaron su sistema de escritura para registrar eventos significativos como nacimientos, muertes y matrimonios reales, así como observaciones astronómicas de eclipses, cometas y fenómenos celestes. Otro aspecto importante de la escritura mesoamericana es su uso para registrar narraciones religiosas y mitológicas. Los dioses y diosas mesoamericanos eran fundamentales para la religión y la cultura de la época y, a menudo, se los representaba en imágenes intrincadas y muy estilizadas. Las historias mitológicas a menudo se registraban en largas series de jeroglíficos, que a veces se entretejían en obras de arte y esculturas muy elaboradas. A pesar de su riqueza y complejidad, la escritura mesoamericana permaneció en gran medida indescifrable hasta el siglo XX. Los primeros cronistas y misioneros españoles reconocieron la importancia del sistema, pero a menudo lo veían como pagano y demoníaco y buscaban activamente suprimir su uso. Muchos códices mesoamericanos fueron destruidos o perdidos, y los que sobrevivieron a menudo terminaron en colecciones europeas, donde permanecieron descuidados e incomprendidos durante siglos. No fue sino hasta mediados del siglo XX que los estudiosos comenzaron a hacer un progreso significativo en el desciframiento de la escritura mesoamericana. Uno de los avances más importantes se produjo con el descubrimiento de la Piedra de Rosetta, una estela inscrita con un decreto en tres escrituras (griego, jeroglífico y demótico) que permitió a los estudiosos traducir los jeroglíficos del antiguo Egipto. Con este método, los académicos pudieron identificar elementos clave de la escritura mesoamericana, incluidos signos fonéticos y símbolos basados ​​en conceptos. Hoy en día, la escritura mesoamericana es reconocida como uno de los sistemas más complejos y sofisticados del mundo antiguo. Sigue siendo una fuente vital de información sobre la historia, la cultura y la religión de la región, y ofrece información sobre las creencias, las prácticas y la vida cotidiana de las personas que la crearon. Al desentrañar los secretos de la escritura mesoamericana, los académicos están ayudando a arrojar nueva luz sobre una de las culturas más fascinantes y enigmáticas de la historia humana.
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